Hemos presenciado con regularidad, grandes índices de abstencionismo en procesos electorales en nuestro país, se ha convertido en un fantasma capaz de deslegitimar casi cualquier elección. Como sociedad participante de una democracia naciente en plenitud, parecemos lejos de alcanzar, al menos en este momento, la madurez necesaria para entender la fuerza y el poder existente en el ejercicio del voto. La razones del abstencionismo son múltiples, sin embargo, la más inquietante para los procesos democráticos es aquella que parte del supuesto asentado en la ausencia de certeza y credibilidad en los resultados. De hecho se ha vuelto común ver cómo los candidatos perdedores dirigen sus ataques políticos más hacia la limpieza del proceso que a cualquier otra cosa. Cuando el ciudadano cuestiona si vale la pena votar ya que igual no pasa nada, entramos en la espiral perniciosa del abstencionismo, donde aún no hemos logrado como sociedad, convencer al conglomerado social de la importancia d...
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