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El poder del voto

Hemos presenciado con regularidad, grandes índices de abstencionismo en procesos electorales en nuestro país, se ha convertido en un fantasma capaz de deslegitimar casi cualquier elección. Como sociedad participante de una democracia naciente en plenitud, parecemos lejos de alcanzar, al menos en este momento, la madurez necesaria para entender la fuerza y el poder existente en el ejercicio del voto.

La razones del abstencionismo son múltiples, sin embargo, la más inquietante para los procesos democráticos es aquella que parte del supuesto asentado en la ausencia de certeza y credibilidad en los resultados. De hecho se ha vuelto común ver cómo los candidatos perdedores dirigen sus ataques políticos más hacia la limpieza del proceso que a cualquier otra cosa.

Cuando el ciudadano cuestiona si vale la pena votar ya que igual no pasa nada, entramos en la espiral perniciosa del abstencionismo, donde aún no hemos logrado como sociedad, convencer al conglomerado social de la importancia de votar ya que el no hacerlo también es un forma de dejar que las cosas pasen y donde se pierde la oportunidad de alzar la voz y expresar voluntad a partir de las urnas.

En gran medida parece ser una cuestión de madurez y evolución social, los grandes estudiosos del hombre han podido establecer diferentes estadíos en la conformación del pensamiento y acción social. Por ejemplo, Giambattista Vico, filósofo italiano del siglo XVIII, señalaba tres edades claras: de dioses, héroes y humanos; James Frazier, en el siglo xix, habla de las edades de la magia, la religión y la ciencia; Lewis Morgan divide la historia humana en salvajismo, barbarie y civilización; tal vez podríamos intentar una evolución similar para la democracia donde se pasa del caos, al autoritarismo para dar paso a la democracia finalmente, con un lastre fuertemente arraigado en todos aquellos acostumbrados a obedecer líneas y atender dictados de conciencia y acción.

Pareciera lógico concentrarnos en tres grandes temas como preocupación social fundamental: el primero, la verdad como búsqueda para conciliar las grandes diferencias entre religión, filosofía y ciencia: La segunda, el gusto, donde se coloca al arte como las más humana de todas las actividades, donde el hombre es más hombre y el animal, eso: la tercera, la intensa lucha por encontrar lo justo y correcto, donde ubicamos al derecho, la ética y la política. Es en este tercer punto donde es indispensable centrar los esfuerzos de consolidación de la democracia, garantizar equidad, certeza y limpieza como condición "sine quo non" para estimular el voto y la participación ciudadana para garantizar la expresión de la voluntad de una mayoría dispuesta a obtener el Gobierno y país que desea a través de las urnas.

Debemos tener claro que todo partido o gobernante en el poder, deberá ser cuidadoso de cumplir con las expectativas, para no verse expuesto al castigo ciudadano por la vía del voto, el gran instrumento de poder de una democracia actuante y viva.

Las instituciones y organismos dedicados a organizar los procesos electorales deben concentrase en lograr la gran meta de no tan sólo llevar a cabo procesos electorales, sino de considerarlos exitosos a partir de la disminución del abstencionismo, dar certeza equidad y estimular la participación ciudadana son los grandes ejes desde donde hay que detonar las próximas elecciones para bien de todos.

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