Son dramáticas las fotografías del líder Libio Muammar Gaddafi, asesinado por unos rebeldes que lo capturaron en unas alcantarillas, retratan el rencor profundo de los rebeldes hacia su persona y lo que representaba. El anterior todopoderoso hombre, ejecutado junto a su hijo sin mayor preámbulo que la voluntad del miliciano dispuesto a jalar del gatillo para poner fin a una era política y económica en el medio oriente.
Fue un líder con un poder casi sin límite, el hombre nacido en una tienda de campaña, tuvo la posibilidad de decidir sobre vidas y haciendas, hacerse amigo de los hombres mas importantes del mundo y, literalmente, sentado en una pila de barriles de petróleo, administrar una fortuna para sus muy particulares fobias y filias. Acusado de apoyar movimientos terroristas y de tomar decisiones guiado por los caprichos de su ánimo, concitó reconocimientos y odios casi por igual.
La verdad no me imagino con cabalidad como puede haber sido la vida de un personaje como este, investido de un poder casi total sobre sus súbditos. No es difícil creer haya sido responsable de cambiar el rumbo de muchas vidas, para bien cuando su bis generosa asomaba, para mal si, simplemente, así se le ocurría. Lo deben haber amado y odiado con igual pasión, de ahí se entienda la forma tan brutal con que fue perseguido, acorralado, para, finalmente, asesinado.
Pero esta no es, necesariamente, una historia nueva. Parece como si el ejercicio del poder, la megalomanía, la permanente adulación y la disposición de recursos ilimitados, trastornaran sin posibilidad den retorno a la normalidad, la personalidad de los hombres a los que la fortuna coloca en esa posición. Saddam Hussein, en Irán, se consideraba asimismo como un padre para sus gobernados y, como tal, con plena autoridad para castigarlos o premiarlos según su particular entendimiento, sus hijos fueron unas fichitas plagadas de abusos y excesos, su muerte: públicamente humillante y con toda la arrogancia y el poder perdidos por completo; Ceausescu en Rumania, con un hijo que se dio el lujo de tener como juguete personal a una figura mundial del deporte como Nadia Comaneci, también asesinados e humillados por un pueblo harto de sus excesos; el Duce Mussolini acabó sus días colgado, de cabeza, en el peor de los destinos posibles para uno de los hombres mas poderosos del mundo en su momento.
Actualmente Corea del Norte sufre a Kim Jung II, dueño plenipotenciario del país, sus habitantes le deben obediencia ciega, bajo pena de muerte en caso contrario, por supuesto, vamos hasta el aire que respiran se lo deben a su amado líder. Vale la pena mencionar que como fue un muy buen hijo, su papá, el anterior gobernante, le heredó el país para su disfrute y patrimonio particular, faltaba mas, tan buen niño que ha de haber sido.
No debe ser fácil conservar la cordura enmedio de un mundo de poder absoluto. Los aplausos diarios, las lisonjas y la despreocupación por los temas cotidianos tienen que ser una aduana sumamente difícil de librar indemne.
Dicen que el poder embriaga y se convierte en una especie de vicio, debe ser cierto porque todos buscamos ejercerlo en las diferentes esferas de nuestra vida. Desde la posición de padre de familia, esposo, hermano, jefe de oficina, o hasta en las relaciones mas simples se da permanentemente una lucha sorda por tener poder, por dominar al otro, imponer, por la buena o la mala nuestra perspectiva o punto de vista. Regularmente no nos basta con tener la razón hay que tenerla en contra de alguien.
Con la muerte de Gadaffi ojalá inicie una era ausente de personajes con poderes tan desmesuradamente impropios. Una vez más la democracia parece ser la ruta correcta.
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