Hace muchos años, cuando era estudiante de secundaria, recuerdo con claridad la lectura de un libro de Mario Benedetti llamado ‘‘Pedro y el Capitan’ donde en un relato muy breve describe con mucha claridad y emoción la relación que se da entre un torturador de la dictadura y un guerrillero capturado en el fragor de la batalla del que pretenden obtener información para capturar a sus compañeros de lucha gracias a esa delación. Por supuesto, nunca lo logran. Aún así el nudo del libro se centra en la reflexión sobre como puede ser posible la coexistencia de un hombre capaz de ejercer la violencia a través de la tortura, con su mujer y su hijo, esto es con su familia. ¿Como se puede recibir el beso limpio de tu hijo o la cálida caricia hogareña de tu esposa, después de infringirle un daño irreversible a otro ser humano?
Por eso me cuesta mucho trabajo comprender la saña con que la delincuencia es capaz de articular su modo de operar. No entiendo que le pueden decir a su familia, y mucho menos con que tranquilidad pueden utilizar en su casa el dinero obtenido por medios ilìcitos y envueltos en una violencia sin limite ni sentido.
El gran escrito inglés G. K. Cherteston en uno de sus ensayos mas lúcidos, jugaba con echarle la culpa al Capitalismo y señalaba como este había sustituido la figura paterna del jefe e familia, por la del patrón y los núcleos de viviendas agrupadas por similtud social , por otros amontonados alrededor de las fábricas y los centros de trabajo. Al final concluye diciendo que el socialismo hace lo mismo pero a través de un aparato burocrático partidista. En conclusión la debilitación del núcleo familiar se refleja por completo en el tejido social en su totalidad. Nuestra generación, al menos de los nacidos entre los 50,s y 70,s ha vivido una transformación profunda de modelo familiar donde hemos pasado de un patriarcado indiscutible, a la integración de la mujer al mercado laboral. Nuestras esposas trabajan, ya no hay mamas todo el día haciendo el quehacer en espera de esposo y los niños, y en los estratos sociales donde todavía sucede esto la calle se ha tragado a nuestros niños y los regresa digeridos de tal modo que regresan mas identificados con la influencia de los cabecillas de sus grupos que con las de sus padres. Los valores familiares, la solidaridad y el sentido de pertenencia están perdiendo peso ante la velocidad con que nos movemos actualmente como sociedad.
Es imprescindible asumir integralmente el reto de fortalecer a la familia y su estructura como el punto de partida para prevenir y resolver problemas complejos sociales a futuro. Es evidente como el concepto de familia ha cambiado, actualmente se ha avanzado en el reconocimiento del matrimonio entre personas del mismo sexo y somos cada vez mas liberales ante el divorcio, son cosas que ya no espantan a nadie y antes eran motivo de segregación o de escándalo. Aceptando esto, el paso siguiente tiene que ser, necesariamente, volcar todos los esfuerzos en estimular y fomentar la consolidación de una familia capaz de superar estos problemas y seguir siendo el referente en valores y conducta de los hijos y nietos producto de ello. La educación y la familia son nuestra única opción para, a largo plazo, tener a la vista una solución definitiva a la alteración del tejido social por parte de la delincuencia.
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