Al inicio de la operación y funcionamiento de la SEP, se llevaron a cabo varios proyectos con el fin de dar a los mexicanos una educación digna, nacionalista y promotora de la unidad de la república.
Además de las campañas de alfabetización, creación de escuelas, preparación de maestros, o la implementación de programas. Era necesario un instrumento educativo e integrador, capaz de organizar los programas educativos para todos los estados y llegara hasta el la población más lejana del país.
Jaime Torres Bodet, desde su posición cercana al maestro Vasconcelos, entendió la importancia de generar textos que, sin importar credo, posición económica o ubicación geográfica, igualara las oportunidades educativas.
Cuando fue secretario de educación, convencido de su proyecto, intentó concretarlo, pero no le fue posible por múltiples motivos.
Su capacidad de trabajo como funcionario y su perseverancia le permitieron en su segundo periodo al frente de la Secretaría de Educación Pública, concluir el proyecto que él mismo inició desde 1944; la administración del presidente Adolfo López Mateos se inició el 1° de diciembre de 1958; inmediatamente el 12 de febrero de 1959 por decreto presidencial, se crea la Comisión Nacional de los Libros de Texto Gratuito.
Torres Bodet, encargó la responsabilidad de este trabajo a un grupo de intelectuales encabezados por Martín Luis Guzmán.
Se integraron además: Arturo Arnáiz y Freg, historiador reconocido; Agustín Arroyo, político; Alberto Barajas, matemático; José Gorostiza, poeta; Gregorio López y Fuentes y Agustín Yáñez, novelistas.
Incorporó a pedagogos y maestros distinguidos: Soledad Anaya Solórzano, Rita López de Llergo, Luz Vera, Dionisia Zamora, René Avilés, Federico Berruelo Ramón, Arquímedes Caballero, Celerino Cano, Isidro Castillo, Ramón García Ruiz, Jesús M. Isaías y Luis Tijerina Almaguer.
Además de personalidades representativas de la opinión pública, en la persona de los directores de los periódicos capitalinos de mayor prestigio: Ramón Beteta, Rodrigo de Llano, José García Valseca, Miguel Lanz Duret y Mario Santaella.
El desarrollo de los alumnos, la capacitación para la vida práctica, el fomento a la conciencia solidaria y las virtudes cívica, pero principalmente el conocimiento preciso de los hechos históricos sustento de la vocación democrática y el amor a la patria, se convirtieron en los objetivos y ejes rectores en la redacción de los Libros de texto.
Contar con materiales impresos únicos, permitiría unificación de criterios en los procesos de enseñanza, evitando la diversidad de enfoques en los contenidos. Además de garantizar el acceso a los mismos para toda clase de alumnos, desde las grandes ciudades hasta las comunidades rurales. Se editaron treinta y siete millones de ejemplares, para alumnos de primero a quinto de primaria, fueron entregados en el año de 1960, los de sexto año se entregaron un año después.
La reacción de la población fue de alegría y satisfacción, no así en los sectores de los impresores particulares que vieron afectada su incipiente fuente de ingresos y en los sectores más conservadores y por parte de la iglesia católica, que acusaban al gobierno de utilizar a los libros como forma de adoctrinamiento de las ideas comunistas, apartándolos de la fe cristiana.
Desde su concepción, el libro de texto gratuito sufrió un sinfín de descalificaciones, incluso profesores adscritos a la SEP, se manifestaban en contra del “libro único”, sin duda señalando a Martín Luis Guzmán como el menos indicado para encabezar estos trabajos, dada la reconocida fama del escritor de liberal, en agosto de 1960 publicaron en los diarios fuertes criticas, acerbas e injustas hacia los libros, y señalaban que la permanencia de Martín Luis Guzmán en la Comisión, era como entregar la Iglesia a Lucero. Inmediatamente, un grupo de intelectuales se manifestó públicamente a favor de los trabajos y respaldó la presencia de Luis Guzmán al frente de la comisión, por medio de una inserción periodística la firmaron: René Capistrán Garza, Alí Chumacero, Luis Garrido, Andrés Henestrosa, Francisco Monterde, Rubén Salazar Mallén, Jesús Silva Herzog, Alfonso Teja Zabre, Julio Torri y Artemio de Valle-Arizpe.
Politizado el tema del libro de texto, un grupo se organizó en Monterrey, convocó a padres de familia, se presentaron ante el gobernador, que recién tomaba posesión y exigieron se negara a entregar los libros de texto gratuito a los alumnos de ese estado, señalando que era una forma de dogmatizar la educación y atentar contra los intereses de familias que deseaban otro tipo de educación para sus hijos.
Lo mismo sucedió en una gira del Presidente por la ciudad de León, Gto., en dónde entregó instalaciones deportivas para la población. Apostados a la vera del camino, niños de educación primaria, sostenían cartulinas con consignas que denostaban al libro de texto gratuito y lo señalaban como el libro único.
La intervención del presidente durante su discurso fue de total apoyo al esfuerzo del Libro de texto gratuito, asegurando que era la única oportunidad que tenían los niños de contar con algo así, por más pobres que fueran sus familias, y más lejanas sus poblaciones. Respaldó la obra de Bodet y la permanencia de Luis Guzmán, hasta que en 1964, antes de abandonar el poder, inauguró los talleres en dónde se imprimía el Libro de Texto Gratuito.
Logro único del Estado mexicano y sueño de juventud de un intelectual: Jaime Torres Bodet.
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