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De soberbios e ingratos

Todos algunas veces en la vida hemos sido víctimas de la ingratitud, tal vez actores principales o, por lo menos, seguramente con carácter de espectadores de un acto de estos. Desde los hijos capaces de desentenderse permanentemente de sus padres, hasta el político capaz de destruir a su mecenas y protector con tal de avanzar en su carrera personal, pareciera encontrarse, constantemente, la ingratitud como motor principal.
En realidad la traición es una hermana cercana y querida de la ingratitud y así se vuelve comprensible una historia de la humanidad llena de traiciones cargadas de ingratitud; desfilan a través del tiempo, Bruto asesinando a Julio César, Judas a Jesucristo, la dinastía Borgia, con César, Lucrecia y demás, que parecían  tener integrado a su ADN, el gen de la traición y la ingratitud; las anécdotas sobre el tema parecen casi infinitas, en particular siempre me ha gustado una que me contaron, atribuyéndosela a Napoleón Bonaparte: se encontraba el emperador disfrutando su desayuno, cuando uno de sus ayudantes ingresa al comedor y le dice; General allá afuera está hablando X muy mal de usted, Napoleón responde: déjame acordarme que favor le hice a este hombre. 
Sí, por que la ruta mas segura hacia la ingratitud y traición parece pasar mas cerca de aquellos a quienes ayudamos, queremos y apoyamos. Es como si al ayudar a alguien incondicionalmente, creáramos un barril sin fondo al cual va a ser imposible llenar y, al final, vamos a recibir reclamos por no haberlo hecho.
En el Quijote hay una frase maravillosa, en la segunda parte, en el capítulo 58, que dice : “Entre los pecados mayores que los hombres cometen, aunque algunos dicen que es la soberbia, yo digo que es el desagradecimiento” ; es probable que para un acto tan consistentemente presente en la conducta humana, ya deberíamos de estar acostumbrados a el.
Por eso no nos asombra ver políticos atacando a quien le deben su propia carrera y nombramientos; directivos de un equipo de fútbol que, aún siendo hermanos, están a punto de disolver sus vínculos por razones económicas o de poder o a amigos cercanos dando la espalda en los momentos menos apropiados.
Ahora que estamos cerca del fin de sexenio, es necesario empezar a preparase a que cercanos colaboradores sean ingratos, a los mas ayudados verlos prepararse para buscar otro barco con mayores posibilidad, a los padres de familia a pensar en las futuras acciones de sus hijos, y al país a verse acosado, traicionado y castigado de ingratitudes por quienes solo les preocupa su futura candidatura o su espacio político personal, en suma hay que prepararnos todos a la ingratitud de los que esperaríamos fueran leales hasta la muerte. 
Esa es nuestra mayor desgracia actualmente: empezar a convertirnos en un país de ingratos, hay que tener mucho cuidado en este tema y buscar como rechazamos los fanatismos, autoritarismos y todos los demás ismos que apuestan por el encono, la división y formalmente, a la ingratitud a un gran pueblo, noble y deseoso de un mejor futuro, que no necesita de actitudes mesianicas ni mucho menos a quienes se sienten propietarios de la verdad y el conocimiento del “pueblo bueno”.

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