Es común en el medio del espectáculo encontrar escándalos a partir de la vida profesional y personal de los artistas, así, con quien se relacionan, la vida de sus hijos, romances y desencuentros son el pan y circo con lo que fortalecen y hacen presente su imagen ante la gran masa.
Esta circunstancia ha dado origen a una subespecie de profesional conocido como “paparazzí”, entendidos como aquellos encargados de perseguir al sujeto seleccionado, a su familia y amigos hasta las últimas consecuencias.
Así vemos, la foto de un bautizo, o un beso furtivo en algún antro de moda, como primera plana de revistas amarillistas y programas especializados de televisión, alimentados económicamente por el morbo popular,
Por supuesto, no en todos los casos, la situación es real, en ocasiones se aprovecha esta curiosidad insana, para provocar a los “paparazzi” y ganar presencia en medios, Es importante señalar la finalidad de esto en el glamoroso mundo de los actores: entretenimiento y publicidad.
Ahora en el ambiente de la “grilla”, también se ha generado una subespecie de “paparazzi” de políticos, encargados de hacerle la vida de cuadritos a cuanto funcionario gubernamental o de partido se encuentre en activo.
Ejemplos hay muchos, el mas reciente el caso de Roberto Madrazo haciendo trampa en el maratón de Berlín. ¿Se puede usted imaginar el gran esfuerzo hecho por la persona enviada por el periódico para espiarlo?, necesariamente tienen que perseguirlo obsesivamente, diario.
Enterarse de su agenda, gastar dinero en seguirlo a todas partes, verlo competir, tomar la foto cruzando la meta y analizar su resultado para buscar, finalmente, material para el consumo de las masas, entre sudor y estridencias. Uff y recontrauff, diría un comentarista futbolero.
Quien se dedica a la política sabe que la vida privada para el, ya no existe y aún y cuando no se encuentre en el candelero político, es sujeto de observación y revisión permanente.
También como en el medio del espectáculo hay quienes se convierten en sus propios “paparazzi” en busca de algún beneficio. Ahí tienen ustedes a Carlos Ahumada, provocándose el sólo una tormenta mediática en busca de una defensa, ¿ataque tal vez?, fallida que solo lo llevó a la cárcel una larga temporada.
El tema, por supuesto, llevó el aderezo del toque romántico, real o ficticio, de una relación amorosa con Rosario Robles como detonante del drama Político. Digno de cualquier argumento de telenovela pero ahora en los noticieros de la nota roja política.
Lo verdaderamente preocupante es que, al contrario del fin de entretener y publicitarse en el medio del espectáculo, se utiliza como medio de presión y de destrucción de figuras conocidas y trascendentes en la política nacional.
No puede haber sido otro el fin de denunciar a un corredor haciendo trampa, de transcribir conversaciones privadas, tomar fotos comprometedoras o inventar (total todo vale), acciones fuera de toda proporción.
Hoy podemos decir que tenemos, para bien o mal, a la política y sus actores como espectáculo público. Pan y circo moderno, digitalizado, a todo color para regocijo de quienes se han ocupado de denigrar el oficio de hacer política. Sólo el tiempo nos dirá que tan bueno va a ser esto para el país y la democracia
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